
Espíritu Olímpico y Navideño. Deporte y Solidaridad
El pasado viernes ofrecieron en Teledeporte un episodio más de Deportistas de Élite, donde una de nuestras mejores jugadoras de balonmano de siempre, Eli Pinedo, nos muestra el lado humano de grandes deportistas españoles.
En este caso en particular estuvo visitando a Juan Mata, extraordinario futbolista del Manchester United y campeón absolutamente de todo en el fútbol.
Mata creó hace año y medio aproximadamente la Fundación Common Goal, donde se puede adherir cualquier persona relacionada con el fútbol para donar el 1% de su salario anual.
Actualmente tiene 56 inscritos, pasando desde reconocidas futbolistas, chicas y chicos, de alto nivel, a equipos, entrenadores, llegando al mismo presidente de la Uefa.
La trascendencia de la acción social de la fundación le ha llevado a participar en el último Foro de Dabos donde pudo mantener reuniones con los altos dirigentes internacionales y mostrar su preocupación y predisposición para ayudar en los países más necesitados tanto en el desarrollo de un deporte igualitario como en la promoción de una sociedad más justa y equitativa donde todos tengan las mismas oportunidades.
Por suerte no queda en la profesionalidad estos gestos de solidaridad, ya que son muchísimos clubes o deportistas menos mediáticos y de menor nivel económico los que ponen su granito de arena solidario para la mejora de nuestra sociedad.
Como ejemplo cito a la ONG Ciudades de Viento.
Nacida en Cuenca entre unos amigos amantes del Tenis, quienes han creado una red de cooperación con otras organizaciones que trabajan en África para llevar a dicho continente los mayores recursos posibles en materia deportiva para fomentar el deporte y la práctica del mismo en territorios subdesarrollados del Tercer Mundo.
En un artículo reciente de este blog hablaba del deporte antiguo y la intención que los griegos tenían con su desarrollo y que partía de honrar el cuerpo humano, el esfuerzo y la paz, pues era costumbre parar las múltiples guerras durante los juegos olímpicos.
El movimiento olímpico moderno ha seguido manteniendo como esencia el valor de esa paz griega, invocando a la armonía entre países y la unión de los deportistas como muestra al mundo de una competición basada en conceptos como la lealtad, la confraternización o la legalidad y la justicia en la misma. Los Juegos Olímpicos dejan un poso de riqueza inmaterial a nivel mundial que permite ver realmente la trascendencia que el deporte tiene en nuestra sociedad actual.
Millones de niños y niñas comienzan desde muy pequeños a ocupar sus actividades extraescolares realizando una actividad deportiva, y cada vez más, aunque queda mucho camino por recorrer, los valores que se imprimen en los comentados Juegos Olímpicos van calando hondo en la práctica, en las competiciones y finalmente en la sociedad.
Las redes sociales nos enseñan a cada momento gestos extraordinarios de deportistas que se ayudan mutuamente en competición, de profesionales que reivindican ir contra la intolerancia, la xenofobia o el racismo, así como equipos que realizan gestos a favor de sectores mas disminuidos.
El espíritu olímpico en valores como paz, respeto y solidaridad está traspasando las fechas de su celebración y está abarcando cada vez más el ciclo olímpico global, los cuatro años que transcurren entre la celebración de los Juegos. Imaginemos que la armonía, la solidaridad y el respeto que transmitimos en el periodo navideño lo traspoláramos a todo el año en nuestras vidas. Sería fantástico.
Necesitamos por ello mostrar al mundo a los deportistas y las entidades como la comentadas más arriba que contribuyen de forma continua en mantener el espíritu olímpico en su mas alta expresión deportiva y de compromiso social.
Es ahí donde el deporte y su trascendencia social llegan a la máxima expresión y donde el deportista alcanza el máximo crecimiento y desarrollo humano y deportivo.
Tengamos siempre presente como un mantra las palabras del Barón de Coubertin, padre el Olimpismo:
No estamos en este mundo para vivir tan solo nuestra vida, sino también la de los otros. Las mayores alegrías no son las que nosotros mismos gozamos, sino las que procuramos a los demás